Harper Reed se califica a sí mismo como “uno de los tíos más cool que existen”. La modestia no es una de sus cualidades. Tiene otras. Y, echando un vistazo a su imagen, a su peinado imposible, sus piercings y sus gafas de pasta, resulta evidente que lo suyo no es pasar desapercibido. Reed representa el triunfo de los nerds. La victoria de unos tipos que durante mucho tiempo ocultaban su brillantez para evitar las collejas en el instituto. Carne de juegos de mesa, pocos amigos, conversaciones en círculos cerrados y brillantes expedientes académicos, que ahora se pavonean desde la cima de las empresas tecnológicas. Ser un nerd ya no es un estigma, sino un orgullo.
Reed fue el jefe de tecnología de la campaña electoral de Barack Obama para ser reelegido presidente en 2012. Le llamaron por sorpresa y desembarcó en la política, sin tener ninguna experiencia previa, acompañado por un ejército de ingenieros de las mejores empresas del país: Facebook, Twitter, Google o Craiglist. Y la lió. Estableció una forma de entender las relaciones entre los políticos y sus electores a través de las redes sociales, que ya no puede obviar nadie que pretenda presentarse a ser elegido para un cargo público. La aportación más interesante de Harper Reed fue el denominado Proyecto Narwhal (por narval, nombre de un cetáceo poco conocido), una plataforma que permitía recoger datos de las personas que apoyaban a Obama y organizar una red de captación de fondos y voluntarios para su campaña. Curiosamente, el proyecto que impulsó Mitt Rooney -candidato replublicano- fue bautizado como Orca, pues se trata de uno de los grandes depredadores de los narvales. Pero por muy amenazadora que resultara la propuesta, el secreto de Reed no estaba en el nombre, sino en su gran conocimiento de la tecnología y los comportamiento de los usuarios para poder llegar hasta ellos.
Apostol del big data, sin embargo Reed afirma que se equivocan quienes piensan que los datos son lo más importante. El equipo de Obama los utilizó, sobre todo, para “saber lo que pensaban los ciudadanos en temas capitales como el sistema de salud o el aborto” y recogían estas opiniones basándose en el análisis de los contenidos que compartían o les gustaban en redes sociales. “Básicamente utilizamos la plataforma para hacer llegar nuestro mensaje a la gente”, dice Reed, “pero Obama no ganó las elecciones por los datos que manejamos, sino porque era el mejor candidato”. Una afirmación que, viniendo de alguien que conoce bien el sistema, permite continuar creyendo en la democracia, ya que no otorga a los electores el papel de simple comparsa.
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